La Vanguardia
La kisscam tiene algo de Gran Hermano: ve hasta lo que no queremos mostrar. Este entretenimiento de grandes recintos muy popular en EE.UU. —una cámara enfoca a diferentes parejas, que deben besarse al verse en la pantalla— jugó una malísima pasada a Andy Byron, CEO de la compañía Astronomer, a y Kristin Cabot, directora de Recursos Humanos de la misma firma. Ambos acudieron juntos al concierto de Coldplay en Boston y asistían, abrazados, a la interpretación del grupo.
El operario de la Kisscam les vio y les enfocó. A los pocos segundos, cuando ambos se percataron de que estaban siendo grabados, Cabot se cubrió el rostro y se giró y Byron se agachó para ocultarse tras una mampara. Al ser transparente, el gesto tuvo poco de útil.
“O tienen un affaire o son muy tímidos”, dijo Chris Martin, atento a la escena que se veía en las pantallas del recinto. Queriendo o no, acertó. Viva la vida, que diría el grupo inglés. Porque Andy Byron y Kristin Cabot están casados, pero no entre sí. Andy está casado con Megan Kerrigan Byron, con la que comparte dos hijos y un patrimonio para nada parco que incluye viviendas valoradas en siete cifras. Kristin, por su parte, comparte su vida —no toda, visto lo visto— con el empresario Kenneth C. Thornby.
Por el momento, se desconoce la situación en la que han quedado tras el escándalo las tres parejas: la de amantes atrapada in fraganti y la que forman cada uno de ellos con sus legítimos cónyuges. En verso de Clocks, la canción de Coldplay, Martin se pregunta a sí mismo si es “parte de la cura o de la enfermedad”. Mientras los relojes de Coldplay suenan, Byron y Cabot se estarán preguntando algo semejante. Si su affaire es parte de la cura (de su infelicidad conyugal) o de la enfermedad.
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